En cierta ocasión Marcel Duchamp llevó a una exposición un urinario sobre una peana firmado con el nombre de R. Mut. Fue un acto premeditado con la intención de escandalizar al personal. Con esta acción, criticaba el papel de los comisarios de exposiciones, "artistas en última instancia", que decidían que era y que no era arte. Con el urinario, Duchamp negaba toda autonomía al objeto creado y se la concedía al observador. El asunto es: arte es lo que veo como tal. Si un objeto es desprovisto de su valor utilitario es posible que reparemos en sus cualidades plásticas: formas, colores, texturas, composición... entonces cualquier objeto posee cualidades plásticas y es susceptible de ser sentido como arte. Todo está en la sensibilidad del observador.
En este caso el fotógrafo a registrado un trozo de realidad, pero entre los variados modos representarla a elegido este.
¿Pero... qué vemos? y una pregunta aún mas importante ¿cómo nos lo muestra?
Estamos ante una fotografía de un pasillo. La imagen se ha tomado en una angulación picada, de modo que podamos ver el techo con las cuatro líneas de fluorescentes fugando hacia la parte inferior de esta. Su composición es simétrica, reforzando el efecto de la perspectiva cónica frontal. Presenta un alto contraste lumínico entre el techo oscuro y los fluorescentes blancos y amarillos, que dinamizan la composición y crean un ritmo alterno en toda la parte superior. Los laterales son de un tono neutro y están compensados para permitir que nos centremos en el motivo principal.
La fotografía tiene un gran impacto visual. Nos fuerza a recorrerla de arriba a abajo, teniendo su centro de atención en la parte inferior central. Su composición muy cerrada, no ofrece apenas salida, solo a través del juego de contrastes negro, blanco y amarillo-anaranjado podemos saltar con la mirada de manera trasversal. Los tonos cremosos de las paredes actúan de pantalla y permite descansar del torbellino central.
Al leerla en su dimensión tridimensional (recorriendo el espacio que registra), apreciamos el efecto de la perspectiva, que nos conduce a un final sin salida, y nos obliga retroceder. Para seguir hay que buscar en la escena, reparamos en los objetos circunstanciales y nos damos cuenta que no lo son . Es entonces cuando la entendemos y procedemos a su lectura bidimensional apreciando la riqueza del trapecio isósceles y su relación con el espacio circundante. A partir de aquí, podemos saltar del espacio ilusorio tridimensional al plano formal. La imagen así se transforma en una reflexión sobre lo real y lo percibido. Sobre lo cotidiano y la experiencia sensible.
En la obra de Marcel Duchamp tiene tanta importancia el acto estruendoso de introducir un urinario masculino en una galería como el extremadamente leve proceso de la acumulación del polvo sobre los tamices de El Gran Vidrio. Y es que todas sus preocupaciones lejos de contraponerse se funden, se complementan y multiplican sus significados con el paso del tiempo. La provocación comenzó en 1912 con su Desnudo bajando una escalera, rechazada incluso por los Independientes de París, y lo mismo ocurrió en 1917 ante la Society of Independent Artists de Nueva York cuando presentó su Fuente, por no hablar de L.H.O.O.Q o su obra póstuma, Étant Donnés. Duchamp rompió desde el comienzo su vinculación a todo grupo artístico o tendencia, incluso fulminó la idea de obra de arte y del creador sacralizados con sus ready-mades. La vía para una nueva estética y nuevas inquietudes intelectuales había sido abierta a golpe de fuerza subversiva. Pero bajo los gestos escandalosos siempre subyace, además del sentido erótico, un sutil interés por todos aquellos hechos que escapan al sentido común y a la observación científica, lo infraleve. Reproducimos aquí la nota del Transformador: "Utilización de un aparato para coleccionar y para transformar todas las pequeñas manifestaciones externas de energía (en exceso o desperdiciadas) del hombre, como por ejemplo: el exceso de presión sobre un interruptor eléctrico, la exhalación del humo del tabaco, el crecimiento del cabello y de las uñas, la caída de la orina y de la mierda, los movimientos impulsivos del miedo, de asombro, la risa, la caída de las lágrimas, los gestos demostrativos de las manos, las miradas duras, los brazos que cuelgan a lo largo del cuerpo, el estiramiento, la expectoración corriente o de sangre, los vómitos, la eyaculación, el estornudo, el remolino o pelo rebelde, el ruido al sonarse, el ronquido, los tics, los desmayos, ira, silbido, bostezos."
4 comentarios:
Mirando una fotografía:
En cierta ocasión Marcel Duchamp llevó a una exposición un urinario sobre una peana firmado con el nombre de R. Mut. Fue un acto premeditado con la intención de escandalizar al personal. Con esta acción, criticaba el papel de los comisarios de exposiciones, "artistas en última instancia", que decidían que era y que no era arte. Con el urinario, Duchamp negaba toda autonomía al objeto creado y se la concedía al observador. El asunto es: arte es lo que veo como tal. Si un objeto es desprovisto de su valor utilitario es posible que reparemos en sus cualidades plásticas: formas, colores, texturas, composición... entonces cualquier objeto posee cualidades plásticas y es susceptible de ser sentido como arte. Todo está en la sensibilidad del observador.
En este caso el fotógrafo a registrado un trozo de realidad, pero entre los variados modos representarla a elegido este.
¿Pero... qué vemos? y una pregunta aún mas importante ¿cómo nos lo muestra?
Estamos ante una fotografía de un pasillo. La imagen se ha tomado en una angulación picada, de modo que podamos ver el techo con las cuatro líneas de fluorescentes fugando hacia la parte inferior de esta. Su composición es simétrica, reforzando el efecto de la perspectiva cónica frontal. Presenta un alto contraste lumínico entre el techo oscuro y los fluorescentes blancos y amarillos, que dinamizan la composición y crean un ritmo alterno en toda la parte superior. Los laterales son de un tono neutro y están compensados para permitir que nos centremos en el motivo principal.
La fotografía tiene un gran impacto visual. Nos fuerza a recorrerla de arriba a abajo, teniendo su centro de atención en la parte inferior central. Su composición muy cerrada, no ofrece apenas salida, solo a través del juego de contrastes negro, blanco y amarillo-anaranjado podemos saltar con la mirada de manera trasversal. Los tonos cremosos de las paredes actúan de pantalla y permite descansar del torbellino central.
Al leerla en su dimensión tridimensional (recorriendo el espacio que registra), apreciamos el efecto de la perspectiva, que nos conduce a un final sin salida, y nos obliga retroceder. Para seguir hay que buscar en la escena, reparamos en los objetos circunstanciales y nos damos cuenta que no lo son . Es entonces cuando la entendemos y procedemos a su lectura bidimensional apreciando la riqueza del trapecio isósceles y su relación con el espacio circundante. A partir de aquí, podemos saltar del espacio ilusorio tridimensional al plano formal. La imagen así se transforma en una reflexión sobre lo real y lo percibido. Sobre lo cotidiano y la experiencia sensible.
Lo dicho... fluorescentes!!!
Después de esta magnífica y exhaustiva descripción de la fotografía,me he quedado sin palabras.
En la obra de Marcel Duchamp tiene tanta importancia el acto estruendoso de introducir un urinario masculino en una galería como el extremadamente leve proceso de la acumulación del polvo sobre los tamices de El Gran Vidrio. Y es que todas sus preocupaciones lejos de contraponerse se funden, se complementan y multiplican sus significados con el paso del tiempo.
La provocación comenzó en 1912 con su Desnudo bajando una escalera, rechazada incluso por los Independientes de París, y lo mismo ocurrió en 1917 ante la Society of Independent Artists de Nueva York cuando presentó su Fuente, por no hablar de L.H.O.O.Q o su obra póstuma, Étant Donnés. Duchamp rompió desde el comienzo su vinculación a todo grupo artístico o tendencia, incluso fulminó la idea de obra de arte y del creador sacralizados con sus ready-mades. La vía para una nueva estética y nuevas inquietudes intelectuales había sido abierta a golpe de fuerza subversiva. Pero bajo los gestos escandalosos siempre subyace, además del sentido erótico, un sutil interés por todos aquellos hechos que escapan al sentido común y a la observación científica, lo infraleve.
Reproducimos aquí la nota del Transformador: "Utilización de un aparato para coleccionar y para transformar todas las pequeñas manifestaciones externas de energía (en exceso o desperdiciadas) del hombre, como por ejemplo: el exceso de presión sobre un interruptor eléctrico, la exhalación del humo del tabaco, el crecimiento del cabello y de las uñas, la caída de la orina y de la mierda, los movimientos impulsivos del miedo, de asombro, la risa, la caída de las lágrimas, los gestos demostrativos de las manos, las miradas duras, los brazos que cuelgan a lo largo del cuerpo, el estiramiento, la expectoración corriente o de sangre, los vómitos, la eyaculación, el estornudo, el remolino o pelo rebelde, el ruido al sonarse, el ronquido, los tics, los desmayos, ira, silbido, bostezos."
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